La Laguna de Gallocanta, ahí donde Aragón se despereza entre los sueños de naturaleza y aves migratorias, es un sitio que no te deja indiferente. Este es mi pequeño intento de contaros, con palabras más cercanas y menos encorsetadas, lo que este lugar significa para alguien como yo, alguien que le flipan las aves y que ha pasado más horas con los prismáticos pegados a la cara que sin ellos.
Mi primera vez en Gallocanta fue casi de casualidad. Me habían hablado de este sitio como un punto caliente para ver aves, especialmente grullas, pero nada me preparó para lo que encontré. Imagina por un momento que estás ahí, el sol empezando a despedirse, tiñendo el cielo de colores imposibles, y de repente... ¡bam! Miles de grullas, como sacadas de un cuadro moviéndose al unísono, empiezan a llenar el cielo. Es un espectáculo que te pone los pelos de punta.
"La Laguna de Gallocanta no es simplemente un gran charco de agua. Es el escenario de uno de los fenómenos más impresionantes de la naturaleza. Dos veces al año, esta laguna se convierte en la estación de servicio más grande para las grullas en su viaje entre el norte de Europa y África."
Pero además, es el hogar temporal de muchas otras especies. Si te quedas quieto y observas, es un no parar de descubrir.
Pero si hay algo inolvidable de Gallocanta es el sonido. Cuando el grueso del grupo decide que es hora de moverse, el ruido de sus alas acompañado por sus llamadas es una especie de música que nunca he escuchado en ningún otro lado. Es un estruendo que te envuelve, te atraviesa y, de alguna manera, te une a ellas en su viaje.
Estar allí, observando este fenómeno, también te hace pensar. Las grullas, con su viaje ancestral, nos recuerdan la importancia de la naturaleza, de sus ciclos y de cómo, al final, todo está conectado. Gallocanta es un recordatorio de lo que perdemos si no cuidamos nuestro planeta. Ver a las grullas partir hacia el Pirineo, sabiendo que volverán, es un ciclo de vida que espero podamos preservar para generaciones futuras.
No todo es naturaleza salvaje; la gente que vive alrededor también es parte de su encanto. Hay una comunidad acogedora que ama este lugar tanto como cualquier aficionado a las aves y que lucha por conservarlo. Hablar con ellos, compartir historias y entender su conexión con la tierra te hace sentir parte de algo más grande.
Si te gustan las aves, la naturaleza o simplemente te pica la curiosidad por ver algo único, Gallocanta es tu sitio. No es solo ir y ver, es vivir una experiencia que, te prometo, te cambia un poco por dentro. Y quien sabe, quizá te encuentres a ti mismo volviendo año tras año, como las grullas, buscando reencontrarte con ese pedacito de magia.
Así que ya sabéis, si algún día os apetece escapar del ruido, la prisa y el cemento, este paraje os espera. Os espera con sus aguas tranquilas, sus cielos de un azul infinito, y sobre todo, con sus grullas, listas para compartir con vosotros el secreto de su eterno retorno. Y quién sabe, igual en el aleteo de una grulla, encontráis ese pedacito de paz que todos buscamos.